viernes, 18 de noviembre de 2011

Testamento de otoño

En un día encapotado en el que el mar con apariencia serena quiere calmar a un cielo que desea liberarse de miles de lagrimas que con gran esfuerzo intenta guardar en su interior.

Dejo que sea Pablo Neruda el que hable del otoño

Testamento de Otoño (fragmentos):

Entre morir y no morir
me decidí por la guitarra
y en esta intensa profesión
mi corazón no tiene tregua,
porque donde menos me esperan
yo llegaré con mi equipaje
a cosechar el primer vino
en los sombreros del otoño.

Entraré si cierras la puerta
y si me recibes me voy,
no soy de aquellos navegantes
que se extravían en el hielo:
yo me acomodo como el viento,
con las hojas más amarillas,
con los capítulos caídos
de los ojos de las estatuas
y si en alguna parte descanso
es en la propia nuez del fuego,
en lo que palpita y crepita
y luego viaja sin destino.

A lo largo de los renglones
habrás encontrado tu nombre,
lo siento muchísimo poco,
no se trata de otra cosa
sino de muchísimas más,
porque eres y porque no eres
y esto le pasa a todo el mundo,
nadie se da cuenta de todo
y cuando se suman cifras
todos éramos falsos ricos:
ahora todos somos nuevos pobres.
(...)

De tantas veces que he nacido
tengo una experiencia salobre
como criatura del mar
con celestiales atavismos
y con destinación terrestre.
Y así me muevo sin saber
a qué mundo voy a volver
o si voy a seguir viviendo.
Mientras se resuelven las cosas
aquí deje mi testimonio,
mi navegante estravagario
para que leyéndolo mucho
nadie puede aprender nada,
sino el movimiento perpetuo
de un hombre claro y confundido,
de un hombre lluvioso y alegre,
enérgico y otoñabundo.

Y ahora detrás de esta hoja
me voy y no desaparezco:
daré un salto en la transparencia
como un nadador del cielo,
y luego volveré a crecer
hasta ser tan pequeño un dia
que el viento me llevará
y no sabré como me llamo
y no seré cuando despierte:

entonces cantaré en silencio.

Pablo Neruda, Testamento de Otoño, Estravagario, 1958