Me niego a escribirle más al mar, no quiero pensar más en el piélago, pero no puedo evitarlo. Cierro los ojos y es mi primer recuerdo.
Recuerdo todos los atardeceres, que he podido disfrutar, reflejándose en esos ojos infinitos. O simplemente recuerdo como el sol se refleja en el haciéndolo brillar con una fuerza deslumbrante.
Recuerdo el bramar de su furia contra las inertes rocas, paralizadas quizás por su hermosura , no importa que fuerte rompan las olas enfurecidas contra ellas, porque allí siguen fieles, deslumbradas al igual que todos aquellos que se paran a mirarlo.
Recuerdo también a esos pececillos que juegan entre sus olas.
Y recuerdo el fuerte olor del mar cuando apenas era una niña cuando bajaba del aparatoso autobús y su frescura y su olor chocaban conmigo. Ahora solo puedo disfrutar de ese olor cuando esta colérico, furioso como si nos quiera recordar su fuerza.
Por mil veces que me niegue... volveré a cerrar los ojos y todo volverá a empezar.
Tania Ferre