lunes, 11 de julio de 2011

El final de nuestra gran aventura.

Teníamos que aprovechar al máximo la poca luz que nos quedaba. Como hacía rato, Dani volvió a adelantarnos para intentar buscar una salida. Nos desviamos del camino y nos metimos por una especie de grieta que había entre dos montañas… no pidamos ver el final…era imposible avanzar por aquel lugar. Mar y yo íbamos andando, con mayor dificultad, pero sin detenernos, por aquel estrecho lugar. Al girar la siguiente curva vimos a Dani en la cima de una de las laderas de la montaña. ¡Había encontrado una salida! De inmediato nos propuso subir aquella montaña, no muy empinada pero si con una arena muy suelta. Yo era la segunda vez en mi vida que me disponía a escalar una montaña sin ningún tipo de seguridad. Hice una reflexión en voz alta antes de comenzar – ¿Mar tiras tu primero? No, mejor tiro yo- Y allí que comencé a subir. Al principio no costó mucho pero la cosa se complicaba cuando las piedras y la arena se iban resbalando bajo mis pisadas. Intentaba cogerme al esparto para hacer la subida más fácil, sin embargo Mar no llegaba a algunos, por eso tire delante y menos mal que así lo hice porque pude ayudarla a subir algunos trozos. Intente subir lo más rápido posible, aunque Dani desde arriba nos gritaba –Tranquilas no hay prisa. Tened cuidado- y nos iba indicando por donde era más fácil subir.

Ya casi llegando pise una piedra suelta y resbale, menos mal que Mar me agarro y yo rápido me agarre a un mata de esparto, me entro un sudor frío por todo el cuerpo, el pie se me lleno de arena, pero no importaba teníamos que llegar arriba lo antes posible. Llegue arriba después de pelearme con un árbol que me entorpeció el camino y después de que Dani bajara y me ayudara a subir el último tramo dándome un empujón. Y allí estábamos los tres fuera de aquella garganta sin salida y con la esperanza de llegar pronto a Sorbas, sólo un milagro podría hacernos llegar y coger a tiempo el bus. Andamos en dirección a la montaña vecina, teníamos que llegar hasta allí para ver si estábamos cerca de Sorbas o no, desde allí solo podíamos ver almendros, olivos y el Cerro de Monteagud. Volvimos a ir en el mismo orden que todo el trayecto, Dani un par de metros por delante sin aliento y sudando a mares y nosotras dos detrás riendo e imaginando como hubiera sido si alguno de nuestros compañeros nos hubiera acompañado, incluso me tome la libertad de imitar la actitud que hubieran tomado.

¡Sorbas! Al fondo pudimos distinguir el pueblo de Sorbas. Ahora sólo teníamos que llegar hasta él. De pronto un camino blanco se nos apareció y que mejor que seguirlo. Mi móvil sonó y me aleje un poco de mis compañeros. Iba hablando un poco alterada viendo la hora que era y como el sol había desaparecido del horizonte de pronto colgué el teléfono al ver como Dani se tiro en cuclillas al suelo, lo comprendí de inmediato, por allí no había salida. Me acerque hasta ellos, es una imagen que no olvidaré: un atardecer de fondo, Dani allí sin decir palabra y Mar justo al lado de pie mirando aquel cortado que hacía la montaña. Puedo decir que ese fue en el único momento que perdí un poco los nervios. ¡No había salida! ¡Era de noche! Las palabras de Mar borraron de un golpe todos esos nervios y vi que teníamos que tomar una decisión rápido si o si.

Dani no quería hacerme caso, la culpa lo estaba matando, pero al final accedió a seguir el camino que yo les estaba indicando. Yo iba con total normalidad y tranquilidad, aunque con un cosquilleo que hacía rato que me acompañaba. Era un camino blanco, conforme mas oscurecía mas blanco se volvía. Yo tenía razón, en algún lugar ese camino había una “bifurcación” y tomaríamos el camino que nos llevaría directos a la carretera, yo estaba empeñada que era la que iba mi pueblo, luego pude comprobar que estaba equivocada, pero lo importante no era eso, lo importante era transmitirles a mis compañeros serenidad, sobre todo a Dani. Ya habíamos encontrado aquella bifurcación y veíamos cada vez más cerca las luces de los coches que pasaban por aquella carretera.

No teníamos ni agua, ni comida pero eso no impedía a Mar dejar de cantar “De vez en cuando la vida afina con el pincel, se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla. De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber que pasa…” Yo sólo la escuchaba de fondo porque iba pensando en que hacer al llegar a la carretera, pero recuerdo perfectamente esa canción como si se tratara del final de aquella historia como si aquello hubiera sido una simple película de aventuras

Seguíamos caminando con la esperanza de llegar a la carretera, ya era prácticamente de noche y podíamos contemplar casi todas las estrellas, el camino blanco era más blanco aun y el cielo cada vez más negro. De pronto un ruido, una luz ¡Un coche! ¡Dios mío! ¡Milagro! Dani se tiró a la camino y lo hizo parar. Mar y él se acercaron, les dije que tuvieran cuidado, yo estaba esperando en una lado del camino, de pronto me llamaron- Van a Sorbas. ¡Nos llevan!- Era todo tan surrealista. De pronto estaba subida en un coche rodeada de 3 extraños y camino a Sorbas… Según Mar el niño que acompañaba al matrimonio nos miraba con cara de – Dios mío se han perdido, que aventureros- Yo también lo creo.

Llegamos al pueblo a las 21.35 de la noche. Al bajar del coche y agradecer mil veces a nuestros salvadores nos abrazamos los tres… habíamos llegado con tiempo de sobra incluso pudimos comprar agua. Estaba sentada en el asiento del autobús, sin creerlo aun. Mar estaba intentando dormir, Dani y yo estuvimos un largo rato reviviendo cada segundo de nuestra gran aventura.

FIN

Contando esta aventura habré cometido una, dos o quizás miles de faltas de ortografía y de expresión. Pero lo importante es narrar con mejores o peores palabras lo que tres amigos vivieron en un día que para ellos fue toda una aventura. Comparto lo que mi compañero de aventuras y mi amigo Dani ha dicho en su blog: con ellos no me importaría perderme o ir al fin del mundo. Mil gracias a los dos pos un día inolvidable.

Tania Ferre

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